Fecundación In Vitro

El proceso de fecundación in vitro arranca con una cita inicial, durante la cual se lleva a cabo un examen ginecológico detallado de la mujer. Si se va a utilizar el semen de su pareja, se realiza adicionalmente un análisis del esperma del hombre. Este enfoque integral permite adaptar el tratamiento de manera personalizada, atendiendo a las condiciones particulares y requisitos específicos de cada paciente, con el objetivo de maximizar las posibilidades de éxito del tratamiento.

Después de la primera consulta y valoración con los especialistas, el tratamiento de fecundación in vitro suele iniciarse con una fase conocida como estimulación ovárica. Este paso implica la administración de medicamentos hormonales diseñados para estimular los ovarios de la mujer con el fin de que produzcan más óvulos de lo que normalmente generarían en un ciclo menstrual natural. La idea es aumentar las probabilidades de obtener óvulos viables que puedan ser fecundados en el laboratorio.

Cuando la madurez de los óvulos es confirmada mediante una ecografía transvaginal, se da paso a su extracción. Esta recolección se realiza a través de una técnica conocida como aspiración folicular guiada por ultrasonido, la cual implica succionar el fluido de los folículos ováricos. Estos folículos son estructuras similares a quistes que alojan y permiten el crecimiento de los óvulos dentro de los ovarios.

La aspiración folicular es un procedimiento relativamente rápido, que generalmente no dura más de 20 minutos, y se lleva a cabo introduciendo una aguja a través de la vagina directamente hacia los ovarios, donde se realiza una punzada mínima para acceder a los folículos. Para garantizar que la paciente no experimente dolor ni incomodidad, se utiliza sedación durante el procedimiento.

Para realizar un procedimiento de fecundación in vitro, se puede recurrir a dos tipos de fuentes para el semen necesario:

1. Semen de la pareja: Es la opción donde se utiliza esperma del compañero sentimental de la paciente. Este se recolecta el mismo día que se extraen los óvulos de la mujer. Posteriormente, el semen se procesa en el laboratorio para optimizar su calidad antes de ser usado para fertilizar los óvulos.

2. Semen de donante: En este caso, el semen se adquiere de un banco de esperma, donde se han seguido procedimientos estandarizados para su recolección y almacenamiento. El semen de donante se selecciona garantizando el anonimato de la persona que donó y asegurando que se han realizado todas las pruebas necesarias que las regulaciones de salud exigen, para proporcionar una muestra de alta calidad y segura para su uso.

Esto hace referencia al proceso científico en el cual se combina un óvulo con un espermatozoide fuera del cuerpo humano, en condiciones controladas de laboratorio. Hay dos maneras de hacerlo: a través de la Fecundación In Vitro (FIV) convencional, donde se colocan varios óvulos juntos con esperma para que la fecundación ocurra de manera espontánea, o mediante la técnica de inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI), en la que se inyecta un solo espermatozoide directamente en cada óvulo.

La elección entre uno de estos dos métodos se realizará de forma personalizada, teniendo en cuenta las circunstancias específicas de cada paciente. El equipo de especialistas en embriología determinará la técnica más adecuada con el fin de aumentar las probabilidades de éxito y lograr los mejores resultados posibles en el proceso de concepción.

Después de que los embriones se hayan desarrollado en un entorno de cultivo controlado por un período de entre 2 y 5 días, se realiza el proceso de transferirlos al útero de la mujer. Para llevar a cabo esta transferencia, se utiliza un catéter, que es un tubo delgado y flexible hecho de material plástico. Este procedimiento no causa dolor y generalmente su nivel de malestar es mínimo, similar al que se podría experimentar en una citología (también conocida como Papanicolau) realizada como parte de un chequeo ginecológico estándar.

Después de la transferencia de embriones, se aconseja a la paciente que descanse y se relaje por lo menos durante treinta minutos. Este reposo posprocedimiento ayuda a maximizar el confort y favorece las condiciones óptimas para que el embrión se implante en el útero.

Once días después de que se haya efectuado la transferencia de embriones, se programará una prueba de embarazo mediante un análisis de sangre. Esta prueba se basa en la medición de la hormona betahCG, que es indicativa de la presencia de un embarazo.

Posterior al procedimiento de transferencia, la paciente podrá volver a sus actividades cotidianas, aunque se recomienda evitar ejercicios o esfuerzos físicos intensos que podrían causar incomodidad.

Los posibles efectos secundarios que pueden experimentarse después del tratamiento incluyen:

• La expulsión de una pequeña cantidad de fluido, que puede ser claro o sanguinolento, justo tras el procedimiento.
• Sensibilidad en los senos, como resultado de los niveles elevados de estrógenos.
• Hinchazón abdominal ligera.
• Cólicos leves.
• Estreñimiento.

Es importante tener en cuenta que estos son efectos temporales y suelen ser leves en naturaleza.

Una vez que los embriones han estado en cultivo entre 2 y 5 días, se procede a su transferencia al útero. Para ello, se emplea un delgado tubo de plástico llamado catéter. Este proceso es indoloro y su nivel de incomodidad no suele ser mayor al de una citología convencional practicada durante un examen ginecológico rutinario. Se recomienda que la paciente repose durante al menos treinta minutos tras finalizar el procedimiento.